Es muy hermoso ver cuántas cosas nos puede decir el cuerpo de una persona. Cuando uno camina por la calle o viajando en subte podemos apreciar cuan diferentes formas de caminar tienen las personas, cuantas variedades de hablar, de sentarse, etc.
Y es que nuestra postura es uno de los mejores espejos para conocer nuestra forma de ser, forma de estar en el mundo. De ahí que digamos que tenemos cierta “postura” en tal tema, o que tomamos esta “postura” ante determinada situación. Poco a poco vamos acomodánonos a nuestro entorno con todo lo que hemos conocido y aprendido. Pero ¿qué hemos aprendido?.
Al escuchar a gente que consulta me cuenta: “ tengo que hacer algo! Me estoy encorvando. Me pongo derecho cuando trabajo pero a la noche no doy mas y vuelvo a estar encorvado” o también: “mi hijo se está encorvando, le digo que se ponga derecho pero no me hace caso”!! ¿No tiene ejercicios para que se enderece?.
Nuestra sociedad nos ha estado marcando no sólo un ideal de “derecho” o “recto” sino que también nos ha infundido la creencia de que sólo se logra esto a través de un gran esfuerzo.
Entonces buscamos corregir apretando los omóplatos, o tensando el pecho o quizás arqueando la espalda y la cintura, conteniendo en todas las ocasiones la respiración. La idea de esfuerzo no sólo está impregnada en nuestra postura sino también en nuestros movimientos y actividades. “Trabajar sin respiro” oímos.
Permitámonos pensar distinto. Tal vez la postura ideal sea la que nos permita expresarnos libremente, sin esfuerzo. En esto los niños son un ejemplo inigualable. Cuando están cansados lo expresan con todo su cuerpo, cuando están tristes no dudan en llorar y expresarlo con todo su ser (no se enderezan cuando están cansados o se encorvan cuando están alegres; sólo son como son, lo viven con todo su cuerpo).
Otra característica del niño es su ductilidad, si flexibilidad. Observen a un niño pequeño y vean con qué naturalidad se sientan, saltan o caminan. Parecen hacerlo sin esfuerzo ¿no?.
Volver entonces a un estado natural de la postura es quizás volver a aquellos aspectos internos del niño. Poder “tomar un respiro” y escuchar nuestro cuerpo, recuperar la flexibilidad perdida desde un lugar menos forzado y mas paciente son las propuestas que nos ofrece la reeducación postural global.
Desde este lugar lo “derecho” se consigue naturalmente como reflejo de un sano equilibrio de nuestros musculos y fascias (tejido conjuntivo que envuelve músculos y órganos).
El cuerpo, cuando es liberado de sus tensiones va retornando lentamente a un estado de equilibrio el cual se refleja en la postura y nuestro ser.
Lic. Adrian Corbo
Medicina traidicional china
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